jueves, enero 23, 2025

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Amigo ratón del queso

Las exoneraciones de vehículos a los legisladores, aunque en su origen fueron diseñadas con un propósito de dignificar la labor pública, se han convertido en un privilegio que muchos han abusado de manera evidente. Este tipo de beneficios no solo distorsionan el verdadero propósito de la ley, sino que alimentan la desconfianza en las instituciones y perpetúan la impunidad.

Para afirmar lo anterior, solo hay que ver cómo han agradecido estos servidores públicos a la sociedad dominicana por este regalo: comercializando la exoneración, obteniendo un beneficio económico no contemplado en alguna norma, mediante un acto ilegal que viola, entre otros, los artículos 6, 39, 146 y 243 de la Constitución Dominicana y, al mismo tiempo, choca con la Ley 155-17 sobre Lavado de Activos por las simulaciones (y falsedades) necesarias en el proceso de compra-venta, por la naturaleza ilícita de dichas transacciones.

Entonces, ¿eliminamos las exoneraciones? No necesariamente. Lo correcto y justo es reducirlas. Algunos legisladores sugieren poner un tope de 200 mil dólares, pero eso – evidentemente – es para poder mantener la misma práctica. Es más prudente tener una exoneración por cada período, y con un tope de 100 mil dólares que cubriría, sin lugar a dudas, los vehículos más confortables y prácticos del mercado.

Los legisladores deben recordar que, en lugar de obtener beneficios personales a costa del pueblo, deben ser ejemplos de integridad y responsabilidad. La verdadera dignidad de un legislador no se mide por los privilegios que recibe, sino por su capacidad para servir con honestidad, justicia y equidad a todos los ciudadanos. En consecuencia, es hora de que las leyes y las prácticas se alineen con el verdadero propósito de servicio público, para que los privilegios no sigan siendo una fuente de abuso, sino un medio legítimo para fortalecer la democracia y el bienestar común.

El único problema es que la solución a este problema está en manos de las mismas personas que se han beneficiado directamente. El ratón —normalmente— no puede ser amigo del queso. 

Francisco Álvarez Martínez y Sofía Jiménez Bogaert 

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